Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
La consolidación del emirato



Comentario

Los más importantes entre los jefes locales fueron, sin embargo, los Banu Qasi -familia musulmana local descendiente de un conde visigodo que se adhirió al Islam en la época de la conquista y que parece haber dominado la región de Tudela-. Sabemos que en la época de las revueltas yemeníes de la segunda mitad del siglo VIII se habían mantenido en la obediencia omeya, por lo cual eran considerados qaysíes. En el 789, los Banu Qasi habían defendido la causa del emir Hisham I cuando la revuelta de Said b. al-Husayn al-Ansari. Esta potente familia, haciendo siempre valer sus orígenes indígenas, parece haber desempeñado una función de intermediario entre el poder omeya y unas regiones que sólo estaban nominalmente sometidas a Córdoba, como Pamplona, donde una revuelta vasca en el 799 provocó la muerte de un Mutarrif b. Musa b. Qasi, que debía representar el poder omeya en esta ciudad.
La fidelidad de la familia de los Banu Qasi, tal vez descontenta de la posición demasiado fuerte de Amrus en la Marca, se tambaleó algo al principio del IX, cuando se aliaron con los primeros jefes nacionales de los vascos que emergieron con la dinastía de los Arista, y reforzaron su posición en Tudela que su rival, Amrus, les había disputado en algún momento. Pero se reconciliaron después, en el segundo decenio del siglo, con el poder de Córdoba. En la región de Barbastro y en la Barbitania, situada un poco más al norte, en dirección de Boltaña, que parece haber formado parte de ella en épocas anteriores, los Banu Shabrit, otro linaje muladí, ocuparon una posición semejante a la de los Banu Qasi que se encontraban más al oeste.

En Mérida, la población de origen indígena, probablemente mayoritaria, se había asociado con un poblamiento beréber bastante significativo por haber dejado huellas en los acontecimientos históricos. Conocemos, para los años 798-808, a un gobernador de la ciudad llamado Asbagh b. Wanus que era beréber. Primero fue leal, pero luego se rebeló y murió en la disidencia. Tras él, la ciudad no se sometió con facilidad y se mandaron varias expediciones militares contra ella. Esta agitación se reanudó un poco más tarde, en el 828, bajo dos jefes cuya dualidad traduce bastante bien la composición de la población ya que uno era beréber (Mahmud Abd al-Yabbar) y el otro muladí (Sulayman b. Martin). El mismo año, Luis el Piadoso fomentó la revuelta entre los mozárabes de la ciudad mandándoles una curiosa carta cuyo texto se ha conservado. El poder omeya recuperó un poco más tarde el control de la ciudad, expulsó a los elementos rebeldes y edificó una imponente ciudadela de piedra o qasaba (Alcazaba) para albergar a una guarnición leal (834).